19 sept 2009

Turquía



"Bosphorus Turkendera, Bosphorus Turkendera, Bosphorus"
Aún recuerdo a aquel hombre que se encontraba enfrente de un Ferri amarrado al Bósforo intentando captar la atención de los turistas para ofrecerles un viaje a lo largo del río por tan solo 20 TL...

Ya hace una semana que volví y la verdad es que fue espectacular, demasiadas cosas que contar y 657 fotos que reflejan gran parte de cada momento que allí disfruté...

El "kebap" de Estambul, no tiene nada que ver con el "kebab" de España. Desde el 15 de Agosto hasta el 15 de Septiembre se celebra el "Ramazan". Los españoles son una plaga en Istanbul durante los meses de verano. Esta ciudad está dividida por el Bósforo en tres partes, dos europeas y una asiática. Los "taksis" son naranjas. Todo huele a especias y es una ciudad enorme con zonas al estilo tercermundista. Carromatos al lado de coches lujosos. Calles iluminadas y otras que parecen el "cuarto oscuro". El metro y tranvía no va con tíquets, sino con monedas especiales llamadas "Jeton". No hay pasos de cebra y cruzar la calle se convierte en toda una odisea que puede llegar a ser tu sentencia de muerte. Los hombres que parecen más gays son los que más mujeres introducen cada noche bajo las sábanas de su cama. El aeropuerto turístico se llama Ataturk. La mayoría de turcos llevan el mismo corte de pelo. Los rótulos luminosos de las tiendas parecen de puticlub. Te abasallan en cada esquina impidiendo tu ruta intentado venderte cualquier chorrada a un precio excesivo que al ver que se les escapas te lo regatean a precios bastante atractivos. Puedes encontrar en la calle "iPhones" por 80€ robados y sin garantía alguna. La moda de allí es la misma que la de aquí, pero eso no significa que todos la sigan. Muchos entienden y hablan español y más en Grand Bazaar. Los éxitos musicales internacionales, son realmentes internacionales. A los guiris los timan como quieren y la mayoría de las mezquitas son más bonitas por fuera que por dentro. Lo más alucinante y embelesador de Turquía es gratuito, pero eso no significa que las cosas de pago sean feas, porque hay cosas maravillosas. Los estambulenses no duermen, o por lo menos eso fue lo que a mi me demostraron. Estambul es una ciudad que nunca descansa ni hace la siesta. Las zonas públicas dan asco de lo sucias que están, en cambio lo privado está púlcramente limpio. Todos te tratan de amigo si quieren conseguir algo de ti. Un € equivale a 2,13 LT. El pescado y la fruta son más caros que en España. La programación televisiva es igual de repulsiva y nociva que la española. Los tranvías te hacen sentir como una sardina enlatada a presión a cualquier hora del día. Los jardines de Topkapi y las vistas desde Dolmabahçe Sarayi no tienen precio. Estambúl tienen alrededor de 80km de longitud y unos 13 millones de habitantes. Te dan té en todos los sitios por visitarlos. Hay tiendas de souvenirs en todos los lados. Le echan especias a TODO. No existe el "STOP" por lo que allí está la señal de "DUR". Y un larguísimo etcétera más podría decir...


P.D.: someday I will come back.

1 sept 2009

Miedo a perderle


Nora se despertó de repente, angustiosa, estaba nerviosa, sudaba y le dijo a Pete que necesitaba dormir, que quería dormir y no podía. Él le propuso que se tomase un Valium, pero ella ladeó la cabeza y con su mano le dijo que no. Se levantó, se acercó a la ventana abierta y, desnuda, miró através de ella y rastreó el exterior como si buscase alguna cosa. Pete no sabía si debía llamar a la médico, porque ultimamente Nora hacía cosas muy extrañas, pero entonces ella se giró, se le quedó mirando y haciendo un gesto tranquilizador, le dijo que no le pasaba nada.
«Ven a la cama» le propuso Pete
«No», respondió Nora tajantemente, por lo que él entendió que tampoco se le podía acercar. Ella se quedó un buen rato de espaldas a la ventana, observándole.
«¿Te gusto verdad?» le preguntó ella.
«Ya sabes que sí», le respondió Pete.
«Pero te irás...»
«Nora...» le empezó a decir Pete cuando ella le cortó desde la ventana.
«Fóllame»
«Ahora no, Nora, porfavor», le respondió él. «No estás bien»
Pero ella repitió exáctamente lo mismo: «Fóllame».

Ella no se movía y él no estaba seguro de si Nora deseaba realmente lo que decía o tan solo estaba delirando. Finalmente, Nora se le acercó, lo empujó bruscamente sobre la cama y se sentó encima suyo con las piernas separadas.
Le golpeó brutalmente el lado derecho de su cara y le repitió: «¡Te he dicho que me folles! ¿o no me has oido?». Pete estaba nervioso, anonadado y tenía miedo, se estaba volviendo esquizofrénica. Entonces ella le cogió la cara con su mano izquierda y le empezó a besar la frente, los ojos, los labios... Luego fue bajando hacia su vientre y con su boca y ayudada por su lengua recorrió todos y cada uno de los rincones de su cuerpo. «¿Te gusta el sabor que tiene mi boca verdad?» le dijo Nora con mirada perversa, «Te gusta ser sucio ¿verdad?, te gusta... Me quieres convertir en tu perra...». Nora le empezó a chupar el pezón y luego bajó lentamente y de nuevo hacia su vientre, donde introdujo su sexo en su boca con ánsia. Estaba muy agitada, todo lo hacía de un modo muy excesivo, como si se le fuese a acabar el tiempo del cual disponía. Tan pronto le besaba las mejillas a Pete como le tapaba los ojos con las manos y le tocaba. Entonces Nora quiso que él la penetrara. Mientras lo intentaban ella no dejaba de mirarle a los ojos, anhelosa, como si estuviese apunto de volverse loca.
«Lléname» le decía sutilmente «lléname...» y finalmente él la penetró. «Y ahora fóllate a mi madre. Si quieres házlo. Tiene los pechos más grandes que yo. Te gusta ella, ¿verdad? No soy yo, es ella que te desea. Estás dentro de ella...» A Nora se le cortaba la respiración, pero no dejaba de darle detalles del cuerpo de su madre y de decirle cosas que él le podía hacer, y que a ella seguro que le gustarían. «Es una puta, lo sé... Te la quieres follar ¿verdad?».

Pete no sabía si Nora gemía o lloraba, no sabía si aquel juego le gustaba o no, pero la abrió más y, por un momento, el sexo fue el corazón de las cosas. Ella le decía que no parase, que no parase... e inmediatamente, se deshicieron en un grito y sus cuerpos se fundieron como si definitivamente se hubiese acabado todo. Nora le abrazó con fuerza y luego se puso a llorar.

«No sé que tengo...» Le decía Nora, acercando hacia ella a Pete y tiritando. Él le acarició su frente sudada y ella, lentamente, empezó a tranquilizarse.
«Ven a mi lado» le susurraba Nora. «Abrázame». «Tengo miedo» le dijo acurrucada.
«¿De qué» le preguntó Pete.
«Hace mucho tiempo que perdí las ganas de vivir, tengo que hacer demasiado esfuerzo para continuar y ya no puedo más...» le dijo Nora.

[...]

«Gracias por haber venido, no sabes lo feliz y las fuerzas que me da el saber que te tengo aquí» le murmuró al oído a Pete.